La comunicación corporativa colombiana, se mueve a un ritmo diferente a nuestra sociedad. Son pocas las empresas que han entendido el valor fundamental que puede tener la comunicación como elemento dinamizador de la productividad, que es en últimas uno de los objetivos finales de nuestras organizaciones en un sistema capitalista como es en el que vivimos.
Si bien se han dado pasos importantes en la construcción de entornos más amables para los colaboradores y en general en todo lo que tiene que ver con un mejor relacionamiento con los diferentes stakeholders, es mucho el camino que se tiene por recorrer ya que en la mayoría de los casos, las áreas de comunicación son espacios funcionales de construcción de mensajes, generalmente unidireccionales, inequívocos y unilaterales.
La comunicación corporativa colombiana, se mueve a un ritmo diferente a nuestra sociedad
En ese sentido, los medios y mensajes corporativos son más elementos de propaganda que de comunicación, donde de alguna manera los comunicadores terminamos siendo una especie de evangelistas de los planes de la organización , poco dados al diálogo y al debate y más bien encaminados a los monólogos. Por eso, muchas veces, estos mismos medios y mensajes tienen tan poco éxito, cumplen tan poco efectivamente su función y terminan siendo esfuerzos aislados y desperdiciados. Con un agravante: que poco medimos, que poco investigamos, o sea que su éxito está determinado por el ego de quien lo hace y algunos pocos buenos o malos comentarios que nos llegan zumbando en las paredes.
Por ejemplo: La comunicación corporativa le tiene pavor a dos actitudes que son pan de cada día en una sociedad como la nuestra: el disenso y el humor. Somos tan formales, tan serios y prudentes y nos aturden tanto todas aquellas cosas que se salgan de la norma, que terminamos produciendo medios y mensajes, tan asépticos, tan limpios, tan ascéticos que informan mucho pero comunican poco, por la sencilla razón que nosotros como sociedad no somos así y funcionamos y pensamos de manera diferente.
No importa lo bonitos que sean nuestros boletines, o lo bien hechos que estén nuestros videonoticieros, o lo actualizadas que estén nuestras carteleras o nuestras intranets. Mientras estos y en general la comunicación, no esté pensada desde las audiencias, desde los diversos públicos, desde sus necesidades, desde sus sueños, desde sus mitos, desde sus héroes o desde sus miedos, no estaremos siendo más que elementos decorativos y por ende prescindibles y superfluos. Mientras no entendamos que los empleados a pesar de compartir un edificio, un tinto de greca y un carnet, no son seres iguales y homogéneos, independientes y libres, seguiremos haciendo propaganda y perdiendo, para la organización, la oportunidad de asumir la diferencia como un elemento productivo.
Tal vez llegó el momento de repensar la comunicación corporativa, no desde los medios, no desde los mensajes, no únicamente desde lo que quiere la alta dirección, sino desde las necesidades de las diferentes audiencias, segmentando la información, de tal modo que podamos ofrecerle a cada quien, la posibilidad de entender y construir a cada día, una empresa efervescente.
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