Manolo que es un niño sabio, me dijo en su lenguaje ingenuo: “No estés triste, tal vez ella solo quería tu libro de Galeano, como yo cuando le llevaba manzanitas rojas a esa niña, con la esperanza de que me regalara su libro de aventuras. Al final ella se aburrió de mis manzanas y a mí me terminó por gustar mucho más el fútbol”.
Así pasa con la vida cuando uno le apuesta todo a una utopía, que nos es más que un puñado de luciérnagas en una noche con estrellas, que no iluminan, pero que nos guían en la oscuridad, pero que nunca se dejan alcanzar.
Hoy volvió a dormir con medias y a acostarse atravesado para llenar el vacío en esa cama donde jugaron tantas veces. Ella siempre quiso que él fuera sus otros, pero sus otros, eran solo de ella.Le dijo que era margarita y que era de la luna, pero en realidad era su forma de mantener vivos otros recuerdos.
Al final entendió que Galeano no es que le gustara. Solo quería su libro por el placer de poseerlo, para disfrutarlo de a ratos y dejarlo en la alacena cuando Netflix o el Barsa aparecieran en la tele, hasta que al final se extraviará en el fondo del cajón. Sin embargo, la ventaja de los libros de papel es que no basta con borrarlos, porque al final, siempre aparecen cargados de recuerdos, hasta que se botan, pero nadie sensato bota un libro. Esa es la esperanza, que será solo esperanza porque como dice el mismo Galeano "iba a decirle no me abandones.pero le dije adiós “.
Por eso es improbable que se vean, aunque él le deba unos pesos y monedas y ella en cambio, no le debe nada. Si acaso una sonrisa.
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