Esta semana, los lectores habituales de la revista Semana en Internet recibimos la noticia, que no por mala era inesperada. Próximamente, empezará a cobrar por sus contenidos en Internet, tal como ya lo había anunciado El Espectador y el País de Cali. A nivel mundial es una práctica creciente, lo que supone un cambio fundamental en la forma de consumir información en la red.
Desde sus comienzos, Internet se pensó como un sistema libre y gratis de contenidos multiplataforma, que sin duda ha sido parte de su éxito. No existe lugar en el mundo, desde el cual no sea susceptible de acceder, hasta el punto que muchos expertos hablan de infoxicación o infobesidad para describir el exceso de datos que abruman nuestras vidas. La gratuidad ha sido un elemento clave en el funcionamiento de la red ya que permite el acceso de cualquier persona a los contenidos que allí se propagan con el único condicionamiento de tener un dispositivo y una conexión a la red.
Los medios de información fueron, casi desde sus inicios en la red, los pioneros de la comunicación gratuita, a diferencia, por ejemplo de los medios de entretenimiento tipo Netflix o Spotify, que desde hace mucho tiempo cobran por su acceso, sin que los usuarios protesten. Es obvio que a todos nos gusta la palabra gratis, pero no deja de haber cierto tufillo de hipocresía al pagar por la entretención y quejarse y hacer mala cara por la información paga.
Internet siempre se pensó como un sistema libre y gratis
Sin embargo y como todo hay que decirlo, esa información no ha sido del todo gratis, ya que los medios se han lucrado de la publicidad digital que abunda y atiborra estos sitios. Los usuarios también hemos puesto nuestra cuota y lo seguiremos haciendo, pagando o no, con nuestros perfiles acerca de gustos, opiniones, tendencias que alimentan una gran data, que es en últimas el soporte de lo que se mueve en Internet. Recientemente, incluso, Facebook debió afrontar su mayor crisis, tras la revelación del uso indebido de los datos de más de 87 millones de cuentas para fines electorales en los Estados Unidos. Para rematar, las versiones digitales de los medios son básicamente un repositorio de lo que se dice en el medio original, por lo que los costos de construir esa información son casi parecidos a que no los tuvieran en la web ya que son pocos los que mantienen una redacción paralela que alimente los contenidos en la red. Víctor Sampedro, catedrático de Comunicación Política en la Universidad Rey Juan Carlos de España, dice con razón que “nuestra participación en pantallas y redes está supeditada a la promoción de marcas, productos y servicios que se dicen que responden a la demanda pero que en cambio surgen de plataformas con una enorme capacidad para formatear esa demanda. Obviamente en favor del lucro empresarial. La publicidad de la industria digital nos impide percibir que al usarla están mercantilizando nuestro ocio y precarizando nuestro ámbito de acción al privarnos del anonimato y restarnos iniciativa”.
La información no es del todo gratis. Los usuarios pagamos con nuestros datos para que nos llenen de publicidad.
En Colombia, el hecho del pago o el no pago por la información plantea un problema complejo ya que el porcentaje de personas que accederán a cancelar una suma de dinero por ese servicio, no crecerá significativamente y se desplazará, casi con seguridad a sitios gratis ( hasta ahora) como Facebook, Twitter o Instagram con la ausencia de contexto y profundidad que ello implica y que nos mata cada día. En términos de democratización de la información sin duda es una medida poco conveniente. En términos de justicia, es una medida convincente.
En Internet no todo vale, pero con el paso del tiempo todo terminará costando.
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