El arte de la persuasión es tan viejo como el hombre. En tiempos donde todos creemos tener la razón, la comunicación es la única tabla de salvación que parece quedarnos. Vivimos una época donde todas las voces cuentan, todas las voces tienen algo que decir, los argumentos parecen ser la fuerza que mueve el mundo.
Eso, que parece tan real y refrescante parece no haber llegado a nuestras empresas porque a pesar de la tecnología y las frases rebuscadas, seguimos comunicándonos de la misma forma que lo hacíamos décadas atrás, porque la entropía que mueve el mundo exterior, parecen detenerla los porteros en la recepción de nuestras oficinas.
Los comunicadores, a pesar de la experiencia y los estudios, no hemos entendido el poder productivo de la comunicación, la fuerza subyugante del desacuerdo, el ímpetu poderoso de tratar a todo el mundo por igual es decir, diferentes. Nos aferramos con pies y manos de la sospechosa seguridad que nos brindan los mensajes unidireccionales llenos de frases rimbombantes, que poco y nada tienen que ver con los principios y valores de la organización, colgados y olvidados en la pared de recepción.
Las sociedades han cambiado, los trabajadores han cambiado, pero las empresas siguen comunicándose como dos décadas atrás
Nos estamos comiendo el cuento de que lo estamos haciendo bien porque los directivos nos sonríen, mientras que el resto de la organización parece satisfecha con una felicitación insabora los días de cumpleaños o con una nota en la revista cuando se sale pensionado.
Seguimos pensando en el sentido de pertenencia, en las líneas de carrera, en la asepsia y corrección de nuestros medios y mensajes, como si no entendiéramos que la sociedad se ha transformado, que los millenials y centennials, son una realidad y no una etiqueta de la cual se burlan los adultos. La comunicación, los héroes, los mitos y creencias, las tendencias de opinión sobre la vida y el trabajo, quedan sujetos a la intuición porque la investigación no es un instrumento que se use. La innovación, la tecnología, los nuevos medios, funcionan de puertas para afuera igual que el humor, el amor y las otras formas de contar. La construcción de marca parece ser un fenómeno externo en manos del público y los consumidores, ignorando que los primeros embajadores de ella somos nosotros mismos.
El sentido de pertenencia ha dado paso al encontrarle un sentido a esa pertenencia
Tal vez llegó el momento de romper el molde y de entender que los trabajadores de hoy en día no quieren ponerse la camiseta porque tal vez les gustan más sus camisas de flores, que prefieren encontrarle sentido a pertenecer, antes que amar a la empresa por el simple hecho que es la que les entrega el cheque cada mes, que oír es el requisito indispensable para hablar y por eso investigar, preguntar, indagar, descubrir, buscar, averiguar, debe ser una de las tareas fundamentales de las áreas de comunicación y no una pregunta suelta en una encuesta de clima que se realiza cada cinco años.
Las marcas se construyen de adentro para afuera y eso solamente pasará si los colaboradores reciben una comunicación adecuada, pertinente, creativa,innovadora, coherente y sincera. Solamente pasará, si investigamos, si segmentamos y si innovamos. Solamente pasará, si los comunicadores volvemos a la fuente para descubrir de nuevo el arte de la persuasión y la conquista diaria...
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