Dice Martín Caparros que la paz, a veces, es una guerra más confusa y al ver el informe de El Tiempo según el cual en Colombia se asesina un líder social por semana, no podemos menos que aceptar que la paz nos quedó grande, que no pudimos, que no supimos, que no conseguimos y que tal vez no la merecimos.
Pareciera que cincuenta años de darnos bala no hubieran sido suficientes, porque la maldad florece como las uchuvas, el kikuyo o los piojos en los salones de primaria. Si no es el uno, es el otro, porque la perversidad no sabe de estratos, ni de clases, ni de ideología y la crueldad se viste de etiqueta y de alpargatas.
Para todos era claro que firmar un acuerdo con las Farc no nos devolvería la tranquilidad de un día para otro, como tampoco lo fue cuando se firmó el acuerdo con los paras o con el M 19, o cuando mataron al cura Camilo o a Gaitán o a Galán o cuando extraditaron a los narcos, pero por lo menos esperábamos que nos trajera alguito de esperanza. Lo que tal vez nadie calculó, fue que esa paz sería el comienzo de una nueva guerra, porque los odios están vivos, los rencores aún respiran y los enconos se pasean por ahí. Todos tenemos un argumento, seguramente válido, una explicación seguramente sólida, una evidencia, seguramente contundente y por eso nos va como nos va y se nos están viendo todas las costuras.
Un líder social suele ser un pobre que intenta defender a otros más pobres que él, tal vez alguien que se mamó que lo humillaran y por eso, tal vez, poco nos duele y por eso, tal vez, nada pasará, más allá de un blog de tipos como yo, sentados en nuestra cómoda poltrona escribiendo tonterías o de un insulto en tuiter, o una caricatura, o una cifra, o un titular de noticiero antes de las noticias de las nuevas tetas de alguien o del nuevo gol de James. Diletantes de la nada, expertos de la banalidad, peritos de la trivialidad, especialistas en la ridiculez, mientras el país se nos deshace.
Seguramente, muchos de estos muertos no lo fueron únicamente por sus ideas y sus causas. Uno que otro habrá tenido alguna deuda, una madrugada en la cama de una esposa ajena, pero que esto nos siga pasando sin que siquiera nos interrumpa la comida, dice mucho de hacía dónde vamos.
Estamos listos para escoger nuevo presidente, pero que elijamos a uno o que elijamos al otro, no cambiará nada, porque a los pobres los seguirán matando por un celular, por una parcela, por una idea, por defender a otros más jodidos o porque simplemente se atreverán a mirar directamente a los ojos de alguien que se crea con derecho de patearlos.
Al final, todo quedará en el olvido, porque no hay que perder de vista que este es año de mundial, de elecciones y de las monitas de Panini…
Publicado originalmente en El Tiempo
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