Se calcula que la esperanza de vida de los hombres colombianos ronda los 75 años, mientras que la de las mujeres se acerca a los 81.Según eso, hace rato rompí la barrera de eso que los románticos llaman la medianía de la vida y otros más creativos denominan la edad bisagra. Soy más joven de lo que muchos piensan, pero más viejo que lo que yo creo. Soy un mutilado capilar y llevo mi calvicie con dignidad porque como dice el mismo Eduardo Galeano, en todos estos años se me ha caído mucho pelo pero pocas ideas.
En resumen, soy un anciano en ciernes, un longevo en parvulitos, un cuchoconservado, un adulto contemporáneo y lo acepto sin pena, con poca gloria, con muchas preguntas, pero aún con ganas, porque como decía el escritor Gonzalo Canal Ramírez, “envejecer no es deteriorarse” (en algunos casos).
La cincuentañez dejó de ser la medianía de la vida y ahora es un poquito más
A mi edad creo ser un experto en felicidad, pero en sentido contrario. Toda mi vida me la he pasado buscándola. Soy un perfecto pesimista, una especie de lombriz solitaria de adolescente que nada la llena. Soy el menor de siete hermanos y crecí un poco aislado. Era como una rueda suelta en mi casa, que entraba y salía sin que nadie me dijera nada, pero no porque mis papás fueran unos librepensadores o tuvieran un espíritu libertario, sino porque estaban ocupados trabajando para sacar adelante a siete hijos. En ese entonces, lo único que me hacía feliz era pedirme ser Pelé cuando jugábamos unos interminables partidos de fútbol, hasta que llegaba el gordo, dueño del balón y me tocaba contentarme con soñar con ser Tostao, que en ese entonces era un goleador de la selección brasilera y no una tienda de café. Mis miedos de esa época eran la fecha de entrega de notas o ir al colegio al día siguiente de haberme peluqueado.Luego, cuando crecí, el balón no fue suficiente y se me empezaron a alborotar las hormonas, me empezaron a gustar otras redondeces, pero yo era muy tímido, nunca aprendí a bailar y cuando me decidía, siempre me tocaban esos mosaicos interminables del Cuarteto Imperial, por lo que conquistar a mis amigas era muy difícil. Luego entré a la universidad y fue descubrir un mundo nuevo. Me gradué, empecé a trabajar, conocí a mi primera esposa, tuve mi primer carro, un Ford Anglia reviejo que vivía más varado que en movimiento, pero en el fondo, nada me llenaba. Hasta que llegaron mis hijas y en ese momento puedo decir que conocí la felicidad porque ser papá ha sido, es y será, lo máximo. Me dediqué a ellas, renuncié a mis trabajos, comencé a trabajar independiente y los problemas económicos no importaron porque siempre tuve su sonrisa . Pero ellas crecieron y los cuentos que les contaba ya no les parecieron tan graciosos.
Luego de separarme, me quedé a vivir con ellas, hasta que decidieron volar con sus propias alas, por lo que me convertí en una especie de lobo solitario, más solitario que lobo, afortunadamente. Hace algunos pocos años me volví a enamorar, pero confieso que no ha sido fácil, porque yo soy un tipo muy difícil. Tengo, eso si, la tranquilidad de no haber odiado a nadie a lo largo de mi vida, aunque tengo fama de ser un tipo complicado, un gruñón, un pesimista. Soy de los que digo, el día está bonito pero este sol es de pura lluvia, hoy la etapa es de montaña pero a la fija Nairo se cae. Mis hijas se burlan de mí porque dicen que atraigo las cosas malas: si voy a un supermercado, siempre me tocan las filas largas, los transmilenios llenos, las películas malas.
Yo ya no quiero un puesto, pero sí por lo menos,un lugar.
Como muchos de mi edad,soy de los que les molesta la gente falsa, las conexiones lentas, los trancones, los huecos, me saca la piedra cuando me preguntan si estoy bravo, porque creo que lo mío no es mal genio sino carácter, si me salen mal las cosas me desquito con las personas que más quiero, tengo pocos amigos, tal vez porque los otros no me aguantan, odio que me hablen en las filas de un banco , cuando no tengo nada que decir mejor me quedo callado, no me gusta la diplomacia, sufro de gastritis, de migraña, soy cuadriculado, soy obsesivo con la puntualidad, tomo valeriana, hago yoga, voy a misa, rezo y por eso a pesar de ser un tipo difícil no considero ser una mala persona. Y así me la he pasado dando vueltas 54 años de mi vida, buscando cosas que me hagan feliz.
A mi edad, lo que me mantiene vivo son las dudas, porque aún tengo la bendición de no tener ni puta idea de dónde estoy parado. Nunca acumulé fortuna alguna y como hace tanto tiempo que no he sido empleado, ya no aspiro a un puesto pero sí a un lugar, por lo que como muchos de mi edad, digo que soy un consultor que no es más que un desempleado con amigos, para no pasar por la pena de enviar hojas de vida para que nunca me llamen, como le ocurre en este país a los que pisan la treintañez, la cuarentañez y por supuesto, la cincuentañez.
Antes, aspiraba a no morirme joven. Hoy a duras penas anhelo que no me ataque el Parkinson o el Alzheimer, que el examen de próstata no me indique que me lo hice muy tarde, que mis hijas siempre me amen y llegar a la sesentañez, acompañado por la mujer que amo.
Publicado originalmente en Suave y Profundo
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